DESCUBRIENDO LA HABITACIÓN 501

Un encuentro con la historia de Miranda Cuervo

En 1928 nació, en la hacienda Villa Esperanza, una hermosa niña a quien su padre llamó Miranda. Por causa de una penosa enfermedad muy común en las mujeres en estado de embarazo, su madre murió al dar a luz a tan preciosa criatura. A pesar de la amargura por la muerte de doña Alicia (madre de Miranda), todos los habitantes del lugar estaban maravillados por la llegada tan preciosa niña, a los pocos días de nacida Miranda ya observaba con admirada viveza y altivez todo lo que pasaba por delante de esos ojos oscuros, grandes y profundos, su piel blanca contrastaba con el verde de la región y a su corta edad ya se podía verse lo que sería un abundante y brillante cabello ondulado; hasta cuando Miranda abandonó la hacienda a lo 17 años, no hubo un sólo día que no fuera elogiada por su exuberante belleza.

Miranda quien tuvo dos hermanos, Laica la mayor y Abraham, con quien nunca tuvo contacto (vivía con sus abuelos paternos), desde pequeña hizo evidente un profundo amor por Luciano Cuervo, su padre, quien consiente del carácter fuerte y la evidente belleza de su hija le permitió de una u otra manera llevar las riendas del hogar, ya que Laica padecía de desordenes nerviosos y siempre había culpado a su hermana por la muerte de su madre. Acostumbrada a tratar con los trabajadores de la hacienda y la servidumbre de la casa, Miranda fue formándose como una líder innata, pero ser testigo de la vida amorosa de su única felicidad, su amor incondicional, su padre, la condujo a una vida de rigor arreciando su carácter y marcando en ella conductas de una severidad extrema .


Firme en sus convicciones a los 17 años Miranda decide estudiar enfermería en Bogotá, su rigurosidad y temple la convierten en una estudiante modelo y gracias a esto, al terminar su carrera se vincula, de forma inmediata con la prestigiosa Clínica Bartolomé, para enfermos mentales, como Enfermera Jefe. La Clínica Bartolomé transformaría por completo la vida de esta hermosa mujer.


Don Luciano cae en un abismo económico por el cual pierde su gran hacienda y el poco dinero que le queda, dicha condición lo consume en una depresión que paulatinamente mengua su salud, llevándolo a la muerte. Un duro golpe para Miranda, que tal vez nunca superaría; había perdido al único ser que le proporcionaba verdadera felicidad. Pero ella no sólo se había quedado sin su padre, al mismo tiempo había dejado de ser una mujer con lujos y comodidades y se había convertido en una trabajadora más, sin contar con el hecho de que tenía que encargarse de su hermana, a quien durante años Miranda había visto como un ser débil, inútil, desequilibrado, con quien era imposible entablar una relación.


Devastada por su nueva condición, la joven que había sido criada dentro de fuertes principios religiosos, comienza a perder la esperanza y su fe desaparece. Desde este momento la clínica es su horizonte y de algún modo su refugio, a este lugar lleva a Laica, a quien comienza a tratar como una mas de los pacientes del lugar, la condición de su hermana y de los demás pacientes la motiva a hacer una especialización en manejo de pacientes siquiátricos. En la institución donde adelanta sus estudios conoce a David Adena, un estudiante de economía, bien parecido y proveniente de una familia adinerada, condición que particularmente llama la atención de Miranda, pues desea recuperar su antigua posición. Por otro lado Miranda, agobiada por el trabajo y acorralada por situación económica, se hace amiga de una de las enfermeras de la clínica Guillerma, quien rápidamente, en sus largas horas de turno se volvió su confidente. Con Guillerma, Miranda hizo evidente una importante característica de su personalidad, que nunca había salido a flote. Miranda era ambiciosa, quería poder, dinero y amor; cosas que había tenido y perdido. A Guillerma siempre le sedujo el mundo místico y las fuerzas que este poseía, en sus constantes incursiones a este riesgoso mundo descubrió ”la gema ocra”, un poderoso elixir que cumplía todos los deseos de quien supiera manipularlo. Guillerma tenía certeza de los poderes de tan maravilloso hallazgo y sabía como utilizarlo, pero para ello necesitaba un medio y alguien que le ayudara.


Consiente de las necesidades de Miranda, su amiga le habló sobre los beneficios de poseer la gema ocra –Miranda, para realizar el ritual necesitamos un cuerpo, para que el que todo lo puede llegue ante nosotras y nos regale sus dones-. Aunque era riesgoso, Miranda deseaba ansiosamente ser la mujer que era antes, así que se puso en la tarea de encontrar quien podría ser el medio perfecto para conseguir sus deseos. Siendo enfermera jefe y sabiendo la condición médica de cada paciente, decidió que los catatónicos serían los más adecuados para dicho propósito, pero el elegido debía cumplir con ciertas condiciones, entonces Miranda recordó a la paciente de la habitación 501, Merced Hermann mujer de unos 19 años, dejada allí 2 años atrás, por las hermanas del convento de San Francisco. De Merced su familia sólo se encargaba económicamente (la habían entregado a las hermanas tras el rechazo de su marido por impura), Miranda no dudó ni un segundo… el ritual debía prepararse.


Durante un periodo prolongado de tiempo las dos amigas llevaron a cabo, en la habitación 501, actos inimaginables (Miranda actuaba sólo para conseguir sus propósitos sin ser totalmente consiente de lo que hacía) y los resultados de dichas prácticas no se hicieron esperar. Miranda contrajo matrimonio con David y con él regresó la riqueza y el amor que Miranda había dejado atrás. David mantenido por sus padres encontró en Miranda una mujer aunque hermosa, caprichosa y autoritaria que durante tres años impuso su voluntad sobre él, un esposo a quien ella consideraba un pusilánime, pues llevaba más de lo necesario estudiando y aún le faltaban algunos años para terminar su carrera, patrocinado económicamente por sus padres y sin muchas aspiraciones en la vida. En sus visitas a la clínica, cuando recogía a Miranda, David conoció una enfermera joven, principiante que quedo cautivada por el porte de aquel hombre, los dos entablaron una amistad que muy pronto se convertiría en romance; pero Miranda siempre intuitiva descubrió tal relación, a partir de ese momento su esposo no fue más que un ser que habitaba en su mundo, pero al que nunca volvió a dirigir palabra alguna cuando se dio cuenta de su infidelidad, no volvió a tomarlo en cuenta a menos que su cuerpo de mujer necesitara satisfacer sus deseos. Con 24 años de edad Miranda, producto de estos encuentros, da a luz a Marcia su única hija.


Por los acontecimientos Miranda se aferra a la amistad de Guillerma, su hija adquiere un segundo plano y puesto que su ambición no tiene límites y siente que su vida ha vuelto a decaer recurre seguidamente a la gema ocra en el ya desgastado cuerpo de la pobre Merced. Dos meses después en el año de 1954, la clínica Bartolomé se destruye completamente en un incendio, ocurrido en extrañas circunstancias y del cual, a excepción de Guillerma y Miranda, nadie logró sobrevivir. Cuando las autoridades hicieron la investigación de los hechos descubrieron que el cuerpo de la paciente de la habitación 501 había desaparecido, nunca se volvió a saber de ella.


A causa del devastador incendio Miranda sufre graves quemaduras que desfiguran su cuerpo y su rostro, desastroso acontecimiento para una mujer que durante 26 años había sido admirada por su singular belleza. Esta nueva condición sume a Miranda en una profunda depresión y entonces su esposo decide internarla en el pabellón de siquiatría de una prestigiosa clínica de Bogotá.
Durante tres largos años Miranda queda inmersa entre sus pesadillas y sus culpas, como detenida en un tiempo sin final. Días y noches enteras su mente viaja por nebulosos estadios del subconsciente, imágenes del pasado y, tal ves, del futuro nublan su razón. Y en este irónico giro del destino la arrogante mujer que tuvo en la palma de su mano el destino de muchos seres incomprendidos, ahora era uno de ellos, tan vulnerable, tan frágil. Algún día volvería de su letargo para redescubrirse en el rostro de una extraña.

En este tiempo sin tiempo, Guillerma se aleja, huye de lo que presume ha sucedido a causa de búsqueda espiritual, su rumbo se pierde y, si Miranda no recobra la cordura, también su razón de existir y su presencia desaparecerán. Ya pasaron tres años y Guillerma, por su gran capacidad intuitiva, sabe que es momento de hacer una visita a su amiga Miranda. La disminuida Miranda, en ese momento, no es mas que un remedo de lo que fue, su belleza, su seguridad, su fuerza ya no existen, ahora sólo es la paciente de una clínica siquiátrica.
Un día Miranda escucha la voz de Guillerma, y como si la cinta de su cabeza decidiera, por sí misma, rebobinarse y echarse a rodar, su mente recibe una nueva luz, sus recuerdos (de la gran mujer que fue) reaparecen, su ímpetu y su valentía salen a flote y sabe que es el momento de reiniciar su vida. Esta nueva mujer que lleva sobre su espalda una pesada carga de culpas y sinsabores, emprende ahora un camino sin retorno, un camino marcado por el destino.
En 1957, con los recursos económicos de su esposo, Miranda decide construir la Fundación Bartolomé, en el mismo fatídico lugar donde por muchos años funcionó la Clínica Bartolomé y que en ese momento yacía bajo las cenizas. La construcción fue terminada en noviembre de 1958 y la orgullosa Miranda dio inicio a las labores de la Fundación Bartolomé, organización sin ánimo de lucro (subsidiada por el estado y por algunas empresas del sector privado), cuyo objetivo es tratar pacientes siquiátricos, remitidos por el sistema judicial y brindar techo y alimentación a indigentes, bajo la premisa fundamental del “amor”.
La Fundación Bartolomé, no es sólo el lugar donde habitan condenados y desamparados, es también la casa de Miranda, donde vive con su familia y algunos empleados, Walter el mayordomo y Mercedes ama de llaves, que por la cantidad de tiempo de servicio en la casa, ya casi, hacen parte de la familia; todos han estado rodeados por el producto de la crueldad, la marginación y la degradación humana, que se hace evidente en los pacientes que allí se trata. Miranda es una mujer metódica y calculadora, así que su administración no sólo mantiene la fundación, sino que le proporciona a ella y a su familia una vida holgada; la austeridad de las habitaciones contrasta con la comodidad de la casa donde transcurre la vida familiar. Cada día crece en recursos y pacientes, la Fundación Bartolomé y con ella la familia.
En 1976 Marcia, hija de Miranda, se casa con un enfermero de la fundación, sólo por contrariar a su madre quien durante 25 la había sometido y subestimado hasta el punto de verla como una empleada mas; Marcia creció en la fundación y sabía que se ocultaba detrás de cada puerta, conocía a cada paciente, su padecimiento y su tratamiento, pero esto a Miranda le tenia sin cuidado, su hija, para ella, no era mas que un ser servil e insignificante. Tomás es el nombre de un estudiante de arquitectura familiar de uno de los enfermos del lugar, que Marcia escogió como esposo, pero no lo hizo por amor, ella quería llamar la atención de su madre y la mejor manera de hacerlo era causándole un gran disgusto, y nada peor, que ver a su hija con un don nadie; como producto de esta unión, en 1977 nacen Rosas y Crisanta, las únicas nietas de Miranda. Crisanta es una niña callada, retraída y con tendencias autistas, mientras que Rosas es hermosa, despierta vivaz muy inteligente, entonces Miranda a Crisanta la desprecia pues le recuerda a su hermana Laica (su eterna carga) y en cambio Rosas se convierte en su nuevo amor, lo único que transforma el rígido rostro de esta mujer en placido y confortable.

Guillerma visita a Miranda de vez en cuando, para recordarle los beneficios de la gema ocra y para dejarle claro que ellas nunca van a dejar de estar unidas por un secreto que va mas allá de lo que se puede sentir, ver y escuchar, un secreto que trasciende lo terrenal. La presencia de Guillerma, en la Fundación no es del agrado de Miranda, ya que con la cercanía de su cómplice, las culpas de Miranda se hacen cada vez más pesadas y punzantes; Guillerma aparece y desaparece sólo para que Miranda no olvide lo que hizo en el pasado.

Miranda dirige con mano dura la Fundación, sus empleados, la mayoría aprendices, hostigados por ella, utilizan métodos no muy ortodoxos para el tratamiento de los pacientes, entre tanto Marcia hace evidente su temperamento frío, rígido y servil, sometida por su madre, pero estricta con los demás, su único refugio es la parroquia del padre Salvador, discípulo de la orden de Gabriel, mientras tanto Rosas ingeniosa, sale todas las noches de su habitación para jugar con los enfermos, ella recibe de Miranda cuidados, mimos y el amor de una madre, algo que nunca hizo con Marcia. Todo transcurre en perfecta calma en la cotidianidad de los corredores de la Fundación y las habitaciones de la casa, hasta que una fría noche de julio llega a la puerta de la Fundación una extraña mujer sucia, mal oliente, vestida con harapos, una mujer con la mirada pérdida, la piel ajada por noches de intemperie, por días enteros de viento helado y sol abrasador, una mujer con el cuerpo y el alma cansados de trasegar por las cloacas de la miseria humana, una mujer que con una escalofriante voz animal dice:
- Soy Merced Hermann, ya estoy aquí.

Walter, quien ha sido mayordomo de la casa por más de 20 años, poseído por una extraña sensación de recibir a quien se es esperado, es quien abre la puerta y la deja pasar, llama a Luz de Luna, enfermera en la Fundación desde que hace 15 años Laica requerìa ya atención personalizada, hace 8 años enfermera jefe; ella recibe a esta mujer y mientras hace el papeleo de rigor un poco extrañada de la presencia de su presencia y de que ha llegado por su propia voluntad y sin alguien que la acompañe, piensa -después de 30 años de lidiar con dementes- como ella les dice – y a estas alturas de la vida, cualquier cosa puede suceder- y lleva a Merced a una de las habitaciones. Luz de Luna que todas las noches a las 9:00 pm en punto, desde que es enfermera jefe en la fundación, le presenta a la Dra. Miranda un informe detallado de la condición de cada paciente y cualquier novedad que ocurra durante el día, pues Miranda así lo exige, ese 4 de julio, como es habitual, Luz de Luna comienza con los pacientes con traumas severos pasando por los de menor cuidado y así hasta dar por terminado el informe, entre tanto Miranda escudriña cada detalle con minuciosidad; después del interrogatorio Luz de Luna, con la tranquilidad que la caracteriza, le comenta a la Miranda que ha ingresado una nueva paciente
–muy extraña por cierto, Dra. Miranda, dice llamarse Merced… que, ah espere un momento miro el registro… Merced que… ah si, Hermann, Merced Hermann-
el rostro de Miranda se transforma mientras escucha las palaras desordenadas de Luz de Luna, parece que no entendiera ese nombre que significó tanto para ella y que pensó en algún momento haberlo enterrado en olvido, bastante exaltada Miranda se dirige a Luz de Luna
–¿está segura? ¿en que habitación la dejó? Lléveme ahora mismo donde está-
Luz de Luna desconcertada por el comportamiento de la Dra. Miranda y la descomposición de su rostro, se apresura y lleva a Miranda a una pequeña habitación de la fundación, Miranda observa por una rendija a una Merced que desconocía, la última vez que Miranda se encontró cara a cara con Merced era sólo una débil joven, incapaz de defenderse de lo que Miranda y Guillerma le hicieron; ahora detrás de esa puerta se refugiaba un animal, sediento de sangre pero en sus ojos Miranda volvióa vera Merced Hermann, la paciente de la habitación 501, en ese preciso instante Miranda supo que lo que tanto le temía, había llegado sólo debía esperar, tal vez su secreto iba a ser revelado, se iba a cobrar venganza…


Por Verónica Perilla, actriz que prepara el personaje de Miranda Cuervo para el proyecto teatral "La Habitación 501"

4 comentarios:

  1. Soy Orlando, el productor general de la Compañía, y a quiero a trvés de esta nota saludar y felicitar a Verónica por el profundo estudio del personaje que ha realizado, me tiene gratamente impresionado la cercanía que esta actriz demuestra al esquema del Teatro Vivo; su narración de la vida de Miranda Cuervo es consistente y demuestra la calidad y el compromiso de Verónica con en el proyecto H501.

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  2. Muchas gracias Orlando, realmente la compañía y con ella el Teatro Vivo, en este momento son una parte fundamental de mivida, Miranda cada día se apodera más de mí desarrollándose y creciendo, mi compromiso con ella y con todo lo que implica es firme y profundo. Cada comentario de felicitación me llena de fuerza, valentía y empuje para continuar este arduo pero gratificante camino del teatro vivo.

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  3. Al igual que Orlando pienso lo mismo. Soy Juan Carlos actor de la Casa Teatro de Popayán. Al leer esas linas me hace recorda viejas épocas de la Casa donde la tención hacía recorre por las venas de Lamprea la drenalina que me hace sentir el Teatro vivo. Es muy interesante saber que has acogido el Teatro vivo como dice Orlando. Éxitos en esta aventura Verónica, estoy completamente seguro que tu personaje va a dar mucho de que hablar...

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  4. Que bien que lo que he percibido de la casa y de Miranda, haga recordar las viejas épocas de Lamprea. Yo estoy totalmente zambullida en mundo del actor de las mil caras y en la manera como el teatro vivo se apropia de la linea de pensamiento, las acciones, la voz y el rostro de un personaje; tan profundamente que al ingresar en un espacio físico, como la casa, dejo de ser Verónica y me convierto en la fria Miranda Cuervo.
    Gracias por tus comentaris Juan Carlos, espero que Miranda hable por sí misma y que todo lo que se pueda decir de ella, contribuya al crecimeinto de loas dos.

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Bienvendio a la Casa Teatro de Bogotá

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